jueves, agosto 19
No lo había recordado tanto en el día, sabe que cuando está afuera y en compañia tiene que bloquearlo, mantenerlo como un secreto, bajo la piel, oculto, como un suspiro. El clima de esa habitación se había calmado, ya no existía esa tensión que emanan los cuerpos ansiosos de acción, aquellos que mantienen un ritmo dentro y desean, tanto desean el calor. Ahora se sentía tranquilo, aunque las respiraciones no dejaban de ser agitadas. Había aclarado, el día seguía su curso y ella en esa habitación oscura. Lograba bloquearlo aunque a veces se escapaba, de repente estaba ahí, era la respiración de su Historia sin final sobre su cara, sus brazos enredando su cuerpo. Volvía a ella y todo era normal. Culpó al sueño de esa noche, que todavía seguía presente. Pero todo ya había pasado y ahi estaba, escondido. Había música de fondo para contrastar los posibles susurros. Los ojos de ella recorrieron el paronama, apoyada sobre una frazada marrón tarareaba la letra de una canción mientras acariciaba su pecho. Recostó su cabeza en la almohada para mantenerse cerca del calor. En esta época hace frío, más cuando ella ya está fría. Conocía a la perfección lo que salía de los parlantes. Tanto escucharla no podría equivocarse nunca. Era ese tema con el que identifica tanto a su Historia sin final, la hizo llorar desde la primera vez que lo escuchó y esta no podía ser la escepción. Estaba en un luto interno, hasta hoy tiene un cajón dentro y no hay uno, sino dos muertos, estaban muertos. Y allí se ve sentada, con un velo negro sobre los ojos, en su velorio personal. ¿Lo estará velando solo a él? Imposible, no podría seguir. No es él, no es ella. Son sus pasados. ¿Se acordará? Ahí está, tan fría, la niña de la que se enamoró, la que tenía el pelo largo teñido de un exéntrico rojo, la que esperó cuando se fué de viaje con la promesa de estar juntos, la que medía una cabeza menos que él, con la que descubrió el amor y sus derivados. Ahí está, tiesa y en paz sobre el cajón, junto al niño del que ella se enamoró, el que le abrió paso a un mundo nuevo, a experiencias sensacionales, el que se jactaba de su altura, el que poseía esos ojos que le encantaban. Están sus pasados, pero sólo está el presente de ella, no el de él. Desde su lado del mundo estará pasando por lo mismo. Imaginando ese escenario dentro suyo, brotaron suavemente las lágrimas. No quería alertarlo, pensaría en seguida que algo anda mal. Así es, pero no tiene que dar explicaciones de algo tan privado como eso. Es suyo, fué de ellos. Y hoy no está. Él cantaba, ignorando el significado que tenían esas letras para ella. Lo acompañó, especialmente en el estribillo, pensando qué sería de ella si esa fuera en realidad su última vez.
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